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Cuando llegas a Marsella , uno de los consejos que más te repiten es evitar los ‘Quartiers nord’, la periferia símbolo de la criminalidad resultado de una pescadilla que se muerte la cola: marginación, pobreza y delincuencia. En lo que va de año, más de 80 personas han fallecido en tiroteos callejeros entre bandas que se enfrentan por el tráfico de personas, de armas y de drogas. Por algo Marsella es la metrópolis con el índice de criminalidad más alto de Europa. Por eso mismo, el Papa Francisco no ha querido marcharse de Marsella sin mantener un encuentro con ciudadanos en una de esas periferias sin ley. Los organizadores han hecho horas extra para organizarlo en un centro de religiosas de la Madre Teresa de Calcuta, en Saint Mauront, una zona de mayoría musulmana. Noticias Relacionadas estandar No El desembarco de inmigrantes en Grecia se disparó un 235% en agosto Marta Cañete estandar Si La ultraderecha francesa, contra el Papa: «No quiere saber nada de los católicos europeos en una Europa descristianizada» Juan Pedro Quiñonero «Yo había ido a ayudar una comunidad en España, pero hace pocos días nos pidieron que regresáramos, porque el Papa vendría a nuestra casa», explica la hermana Croscovita mientras da los últimos retoques al patio en el que mantuvieron el encuentro. «La mayor parte de las personas de este barrio son musulmanes, pero la visita del Papa nos une. La gente está muy contenta», asegura. Explica que aquí preparan cada día 200 comidas para personas de la calle, pero que «no se trata de darles solo de comer, sino que se sientan en casa. Aquí pueden sentarse y estar tranquilos». «Dicen que este barrio es uno de los más pobres de Europa, y por eso es importante que el Papa Francisco venga aquí», explica Yannick Soler , marsellés de 52 años, una de las 50 personas que saludaron al pontífice en este centro. «Conocí este lugar porque en una época yo no tenía hogar, solía venir aquí a comer, luego me hice voluntario y ayudo a preparar la comida», asegura. Cuando entró el Papa, no parecían dar crédito a sus ojos y lo recibieron con tímidos aplausos y una canción. Francisco entró caminando ayudado por un bastón, pues el estado del suelo le impedía ir con la silla de ruedas. «Todos somos hermanos», les dijo el Pontífice, conmovido por el trabajo que realizan en este lugar donde incluso la policía no consigue imponer la ley. Más tarde, ante Emanuel Macron y las autoridades de la ciudad, recordó que «donde hay precariedad hay criminalidad: donde hay pobreza material, educativa, laboral, cultural y religiosa, se allana el terreno de las mafias y de los tráficos ilegales». Dijo que «no es suficiente el compromiso de las instituciones, pues hace falta una sacudida de conciencia para decir «no» a la ilegalidad y «sí» a la solidaridad, que no es una gota en el océano, sino el elemento indispensable para purificar sus aguas». Para el Papa, «el verdadero mal social no es tanto el crecimiento de los problemas, sino el declive de la atención» hacia ellos, la «globalización de la indiferencia». Por eso, aunque el encuentro fue breve, no más de veinte minutos, y el Papa tardó más en llegar allí desde la residencia del arzobispo, cuyos padres viven en uno de estos barrios, que en saludar a los asistentes, su presencia en la periferia de Saint Maroun ha sido un gesto simbólico que para sus habitantes vale más que mil palabras.
Denken Sie schließlich daran, dass jedes Ende einen neuen Anfang mit sich bringt. Mögen wir uns zum Abschluss dieses Artikels über die gewonnenen Erkenntnisse, gewonnenen Erkenntnisse und künftigen Möglichkeiten freuen. Lassen Sie uns gemeinsam mit Mut und Optimismus voranschreiten, denn die Reise geht weiter und unser Potenzial kennt keine Grenzen. easttribun
